sábado, 10 de noviembre de 2012

El cuchillo y Yo

Apuro el vaso de vino y mientras oigo la lluvia, con la urgencia como estandarte, te acerco mis palabras, ¿A quién? no lo se, ¿Importa? tampoco lo se. La urgencia, es esa soga que tira del cuello cuando uno se está ahogando; dirás que es feo decir eso, pero es así, te salva y te ahorca al mismo tiempo, ¿es buena o es mala?, acaso ¿Lo sabré yo?, no tiene importancia, esa misma urgencia que me llevo a estar viendo el fuego apagarse en la chimenea de esta casa... ¿Prestada?; no, ¿alquilada?, tampoco, ¿ocupada?, por fantasmas, tal vez sea uno, o un camaleón daltónico mimetizado con el paisaje. La cuestión es que no es mía ¿o sí?, pero no pague nada por estar aquí, no pagué impuestos, y no recuerdo haber roto algún cerrojo extraño para estar dentro... ¿recuerdo? no lo se; estoy frente a esta chimenea que va disminuyendo calor a cada segundo, mientras miro frío ese desenlace agrio, como el vino picado de días que (solo por pereza de encontrar una salida para conseguir uno nuevo) estoy bebiendo.
Decía que no me pertenece esta casa, en realidad  no hay un sentido de pertenencia que me ate a este hogar, aunque encuentre cerca de la puerta cientos de sobre con facturas sin pagar, avisos de cortes de servicios (luz, gas, agua) de hace algunos años, a mi nombre, no recuerdo esos días, ¿Podrá ser la memoria tan frágil? quizás no importe, como el alimento. Estaré flaco, pero entre los arbustos de los alrededores, y los bichos que circulan cerca, llevo una dieta que salva el hambre ¿O será como los recuerdos, que simplemente, uno se acostumbra a que le falten, entonces se deja de preocupar por ellos?. Libros con telarañas, cartas de parientes, amigos, vecinos, que se suman a los pocos leños (así llamo a los pedazos de parquet) que uso para alimentar mi pobre llama.
Estoy recostado en el sillón,  recibiendo el poco calor que danzaba como striper de club sin final feliz, viendo la ventana que mostraba los arboles desnudándose para vivir. En el medio de esa imagen de pre-mortem  (aunque no lo crea usted, estoy vivo) me movía mentalmente como fantasma sigiloso cada uno de los cuartos vacíos y corroídos de la casa. La cocina, el dormitorio, el lavadero, ¿Acaso no vive nadie aquí? -¡¿Hay alguien en casa?!, grito... ¿A quién?. Obviamente nadie responde, y entre el el feroz golpe del silencio de tumba, corro como perro malherido a un rincón para refugiarme en la mayor pequeñez de espacio para ocupar que encuentre la física de mi cuerpo y alma. Quedo un tiempo largo así, cuanto no se, el reloj se paró cuando se dio cuenta que no le prestaba atención, miro y entre las maderas que estuve sacando para avivar la flama, estaba mi cuchillo. Lo miré fijo durante un largo lapsus en el cual divagué miles de aventuras con Él... ¿Acaso era una persona viva, como yo, con la que podía compartir momentos alegres, ir de paseo, bailar, reírnos hasta el amanecer, ser felices?. No, pero seria bobo negar que su sola presencia me seducía. Es que a esta altura de mi... ¿Vida?.... me era tan útil  como mis pies si caminaría. Un impulso ¿bueno o malo? ¿Acaso se puede juzgar a un impulso? Los impulsos nacen desde las entrañas mismas del ser, así como el llanto de un borracho, es la verdad al desnudo, y como toda verdad en su crudeza no es bonita la vista ajena. Lo tomé, y siguiendo esa motriz de energía desconocida, comencé rápidamente a cortar todo lo que encontré a mi paso. Paulatinamente quedé sin pies  piernas, pene, brazos, labios, lengua, estómago... Que se yo, todo lo que pude cortar con mi mano izquierda lo arranqué de mi. Debo reconocer que nunca me dió impresión, el combustible del cuerpo, la sangre, nunca apareció frente a mi ¿No tenía?, no eran momentos de preguntas, solo acción, y la acción me conducía como vaca al martillo eléctrico, a cercenar cada parte que observase.
¿De donde nació esa secuencia de autodestrucción?, muy simple, cansado de estar sin poder salir de ese lugar busqué la forma mas propia de escaparme, nunca pude romper las ventanas, no tenía fuerzas para derribar las puertas, no encontraba las llaves de las mismas, estaba familiarmente encerrado en esas paredes que se burlaban de mi con sus arrugas, grietas, moho, destrucción (tal vez).
Ya poco quedaba de mi, el corazón seguía latiendo, y con ojos fantasmas (puesto que los de mi cuerpo estaban ya siendo comidos por una rata que apareció para alimentarse de mi carroña) lo miré y hundí el cuchillo a lo mas profundo que pude, sangré agua deprimiéndome por no poder morir, seguía metiendolo lo más que pude, hasta que en un sin razón, este detuvo su marcha a la fuerza, intenté que calé mas pero no pudo...¿Que pasó?, lo que faltaba, ahora la anatomía estaba en contra mía... Error, mientras mas entraba el cuchillo en mi corazón, mas fibras internas se movían y regeneraban, ¿Como puede ser esto posible?, ¿Fantasía? ¿Realidad?...
Después de tres horas de pelear con el, estoy completamente regenerado, en cuerpo y alma. Mi cuchillo sigue hundido en mi corazón. Lo saco descepecionado y para sorpresa mía, sale junto una llave oxidada, la curiosidad instantáneamente me lleva hasta la puerta, la única que ví en años junto con la única llave que encontré en años.
La puerta se abre.