Escucha esa canción
que le dice su verdad,
que conoce su habitación,
y recuerda el beso robado
en ese extraño auto,
con la llave cerca del corazón.
Grita dentro de su casa cerrada, pero no
se victimiza ni reprocha, como
el poeta culpable y niñita que una vez oyó.
Nada la puede tocar, y mientras, se pierde de ella,
quiere lo único, que la jaula no le deja amar.
La ambivalencia, violenta degeneradora
de ideas, de estabilidad,
el carcelero y ella,
la sutil diferencia entre mentalidad y biología.
Un amante fugaz,
que le haga olvidar,
que se libre del guardian...
ella quiere la unica persona que no puede tener.
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